PARA FRENAR LA PARAPOLÍTICA

Por: Claudia López Publlicación: Revista Número 57

La investigación de Claudia López, León Valencia, la Corporación Arco Iris y otros intelectuales sirvió, indudablemente, para que las autoridades abrieran el proceso sobre parapolítica que logró desentrañar hasta dónde políticos tradicionales se aliaron con el paramilitarismo para alcanzar o mantener el poder. En este texto se hace un recuento de los orígenes del fenómeno y sus posibles soluciones.

Para hacer un balance sobre parapolítica, vale la pena recordar a qué nos referimos cuando usamos ese término. No es producto de desprevenidas relaciones sociales ni de amistad entre paramilitares y políticos. Es producto de alianzas electorales y políticas de mutuo beneficio entre una organización criminal y narcotraficante y políticos que, se supone, representaban la legalidad y el Estado. La parapolítica es una alianza del narcotráfico, criminales organizados y elites políticas y económicas para tomarse el poder y la representación política. El problema de la parapolítica no es que se firmaran pactos para «refundar el Estado»; el problema es que esos pactos no fueron palabras al viento, sino un propósito logrado por medio de la combinación de violencia, narcotráfico y política.

Los intentos de negociación política con las Farc y las reformas progresistas de la Constitución del 91 fueron resistidos violentamente por sectores de poder político, económico y militar que se atrincheraron en sus feudos de poder local, regional y nacional, y se aliaron con el paramilitarismo y el narcotráfico como mecanismos de defensa y financiación de sus intereses. En la práctica, esa alianza logró obstruir, cuando no revertir, el carácter progresista de las reformas, a la par que fue capaz de capturar el control violento de vastos territorios y de espacios de representación política desde el nivel local hasta el nacional. Esa obstrucción y captura es uno de los trasfondos de lo que se conoce como parapolítica. Paradójicamente, el único logro político contundente de la guerrilla ha sido legitimar el narcotráfico y el paramilitarismo, expandidos y justificados al amparo del discurso contrainsurgente, que han sabido enarbolar y explotar muy hábilmente.

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